martes, 23 de abril de 2013

La caja de las Ágatas



 Y hoy, nos adentramos de lleno en uno de los mejores ejemplos de la orfebrería asturiana, perteneciente a la época prerrománica:



La caja de las Ágatas esta compuesta por un cuerpo de base rectangular, lados verticales con dos pisos de arquillos, y parte superior en forma de pirámide truncada rematada por una placa de esmaltes de origen franco aprovechada de época anterior.

Es un regalo del rey Fruela II de Oviedo y su esposa Nunilo Jimena a la catedral ovetense, en año 910.

La madera de peral, se recubre con lámina de oro sujeta con clavitos en los laterales y, en la parte alta, el solero es de plata, los arcos están recortados en la lámina y son huecos para mostrar las placas de ónice y ágata que dan nombre a la joya.

Toda la superficie metálica está repujada con estilizaciones florales y completan la decoración piezas finas pulidas y sujetas en cabujones; las hay rojas, turquesas, amarillas, verdes y azules oscuras.

La tapa esta rematada por una placa de gran valor, se supone que es un broche de un manto real visigótico y, según la tradición, fue un regalo del Emperador Carlomagno correspondiendo a los que le hizo el Rey Casto a finales del siglo VIII.




En el solero de plata (la parte sobre la que se asienta la caja) hay una inscripción realizada a buril que dice:

“Permanezca esto complacientemente realizado en honor de Dios que ofrecen los servicios de Cristo Fruela y Nunilo, por sobrenombre Jimena. Esta obra se acabó y concedió a San Salvador ovetense. Quien quiera que pretendiera arrebatar este don nuestro, perezca por el rayo divino. Se fabricó en la Era noventesima cuadragésima octava”. 

En el centro hay una reproducción repujada de la cruz de la Victoria, no exacta, pero muy semejante. Entre los brazos de la cruz hay figuras también repujadas, una con forma de águila, otra de hombre, la tercera de león y la última de toro; representadas de forma alada y solo la parte superior. Son la interpretación de los Cuatro Vivientes según la visión de Ezequiel.

Estos extraños seres se identificaron después con los cuatro Evangelistas y los animales se convirtieron en sus símbolos.

La caja de las Ágatas sirvio para la reserva eucarística, aunque también se utilizó como relicario.

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